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sábado, 31 de mayo de 2014

Crónica de una noche con Fernando Delgadillo

Me aseguré de estar lo suficientemente sobria para poder recordar la noche bohemia que pasamos con Fernando Delgadillo. Así que no le entré al ron.

Entretuve mi ansiedad con pretzels y doritos nachos. Y raro en mí. Estuve más del tiempo, calladita. Solo observando. Escuchando. Alimentando mi sonrisa de la atmósfera que cada vez generaba más buenaonda. Pura buena vibra. Energizante.

Desde antes del mediodía estuvimos tratando de comunicarnos con el dueño del número telefónico que días antes había acordado con Roier una cita para hacer una sesión fotográfica con el trovador.

Semanas antes. Quizá un par de meses. Habíamos entrevistado a Delgadillo por Tiempo Ventanas. El disco que Nautilus Producciones promocionaba. Ahí Roier y Delgadillo se conocieron, se cayeron bastante bien. Como que desde que se vieron se dieron cuenta que tenían algo en común. A ambos les gusta eso de la discreción. Pasar desapercibido, siempre claro, en medida de lo posible.

Nos vimos en la Cineteca para hacer una breve entrevista para Más por Más. Luego de que Roier le hiciera unas fotos para la nota del impreso, Delgadillo dejó abierta la posibilidad de un nuevo encuentro. Le pidió su teléfono y le dijo que le llamaría para hacer otras fotos.

El primer telefonazo que Roier recibió fue muy informal. Hasta pensamos que hubiese sido una broma. Prácticamente le hablaron para preguntarle que cuándo podía hacerle las fotos al músico (como si previamente hubiese habido una negociación al respecto). Sin entender bien qué onda, el Roi aceptó. Y apartó la fecha. ¡Qué chido! ¡Le vamos a hacer fotos a Delgadillo! Estábamos emocionados.

El asunto fue que llegó el día de la sesión y no sabíamos aún la dirección a la que deberíamos de llegar. ¡Todo estaba padrísimo! Teníamos agendada una sesión increíble de fotos con Fernando Delgadillo. Pero no sabíamos dónde carajo estaba él. Ni por qué no nos contestaba nadie al marcar al número del que recibimos la llamada para concretar el shooting.

Estuvimos horas esperando. Jajajaja. Obvio alguien nos vio la cara. ¿Qué tipo de broma es esta? Inventarnos una sesión para reírse de nosotros…

Después de quedarnos dormidos con el teléfono en la mano. Decepcionados. Y que nos plantara el taxi que llamamos a la base, después de dejar plantados nosotros a mi tío memo, que nos llevaría (pero que finalmente no nos llevó porque no sabíamos a dónde ir)... llegamos con Fernando Delgadillo.

Tarde, pero llegamos. ¡Al fin!

Entramos por la puerta pasadas las cinco de la tarde. Justo cuando la luz empezaba a colarse entre las curvas de las ventanas.

De inicio. Me parecía maravillosa la idea de que Delgadillo hubiese cumplido su palabra de volver a contactar a Roi. Eso ya hablaba muy bien de él, y de Roier, por supuesto.

Los músicos y el fotógrafo recrearon en el jardín, un rincón gratísimo para cualquier trovador. Les quedó un digno homenaje a los temas que inspiran y fascinan a miles de seguidores de Delgadillo en Facebook y Twitter. Yo, como era la asistente. Podía perder un poco más el tiempo en contemplaciones. Pero ellos estaban en lo suyo.

Lanzando sonrisas. Tratando de parecer, naturales. Bromeando. Buleándose entre sí.

A todos se les hizo cómodo agarrar su instrumento y comenzar a aclimatarse a la tarde de shooting. ¡A gusto!

Todos sabían tocar alguno, o varios. Incluso el novato de Daniel. Todos, menos Roier. Porque yo sí le sé a la flauta. Me salen La Bikina y Las Mañanitas.

La verdad la pasamos muy bien. Aquello no solo se convirtió en una tarde memorable, se volvió un concierto privadito, de esos por los que cualquier fan daría lo que fuera. Y a nosotros, ¡hasta nos iban a pagar! Nos sentíamos afortunados. Muy afortunados.

Mientras estábamos en plena sesión, llegaron unos chicos. Estaban felices. Habían resultado ganadores de una convocatoria que a la productora del cantautor se le había ocurrido, para motivar a los fans a crear e imaginar. Y para tener likes, claro.

La campaña fue todo un éxito. Arrasó. La idea era hacer un video con una rola. Cada quién podía escoger la favorita entre el amplio repertorio de Delgadillo. Estos chicos que llegaron, hicieron unas cosas bastante interesantes. Y ganaron. Ganaron una convivencia con el cantante. Que además, estaba acompañado de Yuri, Manolo, Juan, Giovanni y otros músicos. Y de los fotógrafos. Que en ese momento, éramos nosotros.

Qué rico. Tras la sesión de fotos, musicalizada. Llegó la hora de la convivencia. De la trova. Del bailongo sonoro.

El ritmo se puso solo. Todo ameno. Fluyendo. Algunos hablábamos de una cosa. En otros grupitos que se empezaron a formar, hablaban de otra. De la vida. De la felicidad. De los gustos y afinidades por algún instrumento en particular y de las torpezas para ejecutarlo. Hasta la legalización de la mariguana y los prodigiosos versos de algunos intelectuales de nuestros tiempos, salieron a relucir.

“No saben todo lo que ha hecho. Una vez fue borracho a una junta de padres de familia”, nos dijo Daniel, hijo de Delgadillo. Se agarró la cara con las manos y nos hizo unas muecas para expresar su hartazgo ante varias escenas que ha protagonizado su padre, que si bien nosotros no podemos dimensionar con precisión, nos parecen maravillosas.

-Bah. No tienes idea de los que dices. Te quejas de eso. Se nota que nunca has tenido un padre de verdad problemático. Al mío lo metieron a la cárcel 10 años. Por ejemplo. Le subrayé, solo para desalentarle de seguir con la idea de que su papá era un patán cuando se lo pretendía.

La plática se fue apaciguando y se opacó con la llegada de Alejandro Filio. Todo se volvieron acordes. Coros. Aplausos. Desde la llegada del segundo trovador, ya todo se volvió canción.

Qué noche tan plácida. Envidiable. Cómoda.

Todo estuvo así. Quién sabe cuánto tiempo. Así. Hasta que de pronto… Se oyó un guamazo.

-¿Qué pasó? Se quitó los lentes con prisa e hizo la guitarra a un lado. Javier le intentó explicar… no cayó al piso, solo se resbaló pero alcancé a atraparla.

Fernando se puso muy pálido y su nerviosismo empezó a humedecerle los poros. Parecía realmente molesto pero también parecía que se estaba tomando un tiempo para no reaccionar mal.

Gritar o culpar a alguien… nada cambiaría la situación que le agraviaba. Un instrumento estuvo a punto de dañarse en medio de la fiesta. Pero es obvio que algo así ocurra cuando ya las copas han empezado a hacer efectos en las gargantas de los invitados al ameno convivio.

A lo mejor ahora sí se le sale una mala actitud y vemos al verdadero trovador… todos se silenciaron y atendieron la respuesta ante el acontecimiento. Javier siguió explicando. Lo hizo las suficientes veces para lograr la tranquilidad de Fer.

Delgadillo se tomó su tiempo para pensar y repensar lo que estaba sucediendo. Lo que pudo suceder. Y lo que sucedería si acaso las cosas cambiaran el cause que llevaban.

Se serenó. Y con mesura, volvió a incorporarse a su asiento. Tomó un trago y se acomodó la guitarra en las piernas.

Los instrumentos empezaron a sonar de nuevo y todos regresamos en un instante, al bailongo. Qué noche tan plácida. Tan honesta. Tan confortable.

A Fernando Delgadillo lo conocí por una obsesión que Tania Teresita (una gran reportera y amiga) tiene por Carta a Francia, una de sus canciones favoritas. Ella es muy fan. Y lo comprobamos hace unos años cuando nos sonsacó a Abraham, Orlando, Gabo y Lilia a ir a uno de sus conciertos en el Parque Naucalli.

Quizá sí hubiéramos podido pagar las entradas al concierto pero en ese momento, éramos estudiantes de la FES Aragón. El dinero no nos sobraba y nuestros padres no eran del tipo de padres que te dicen, ten este dinero y vete por ahí, a un concierto.

Entonces a Tania se le ocurrió que nos acreditáramos como medios de comunicación. Y pues nos decidimos y nos hicimos pasar por reporteros de La Crónica de Hoy, Milenio… lo que a cada quién le pareció mejor.

Nos colamos. Y pasamos, una noche inolvidable. Tania demostró todo lo que sabía acerca del músico durante la conferencia que se ofreció, en la que obviamente terminamos. Tenía perfectamente claro cuántos discos había lanzado hasta ese momento. Sus títulos. Y sus mayores éxitos. Fue la reportera que mejores preguntas hizo y que mejores respuestas produjo.

Ahí se escribió un capítulo memorable para nosotros como reporteros. Ahí me nació una conexión con las fantasías con las que Delgadillo delira. 

Aquella noche que pasamos cantando con Delgadillo y Filio. Regresamos a casa poco antes del amanecer. Tranquilos. Con un muy buen sabor de boca.  


No lo hemos vuelto a ver desde entonces. Pero cuando nos topemos con él, sé que pasaremos un buen rato. De charla, de bohemia. De risas. Qué chido la pasamos esa noche. Las fotos quedaron maravillosas y yo. Tuve una historia más que contarle a este blog.




miércoles, 21 de mayo de 2014

Autorretrato

Todos los días me autorretrato. No puedo parar, se ha convertido en un ritual que me he obsesionado por llevar al pie de la letra. Tengo cientos. Miles de fotos. Seria. Sonriendo. Cerrando los ojos. En la ducha. En mi oficina. Con la boca entreabierta y los labios ligeramente separados. 

No podría señalar con certeza el día en que comencé a coleccionarlas. Pero la primera vez que pasó fue casi incidental. Me estrené unas medias caladas. Mis preferidas para hacer el amor con él. ¡Son tan frágiles!

Se me olvidó ponerme los calzoncillos. Lo noté tras varios minutos en los que me detuve para detallar la línea que se marcaba entre mis piernas.

Apreté el vientre y miré mi silueta en el espejo. “Qué bien me sienta”. Me gusta. Me gusta mucho cómo luzco sin calzones y con las medias puestas. Entonces decidí dejar las cosas así y hacerme de nuevos hábitos. 

Me sentía expuesta y eso me hacía sentir sexy también. Tomé la red con fuerza y la alcé lo más que pude, hasta que sobrepasó mi cintura.

Me da ansiedad. Cómo se cruzan los hilos sobre la piel. Cómo la enmarca. Cómo la limita. La atrapa. La presume. La acerca a la atención de la mirada. 

Me sentía expuesta y necesitaba eternizar esa sensación de natural frescura. Tomé mi cámara y comencé a hacer el registro de cada milímetro de mi cuerpo.

Me guié por las medias y sus rutas sobre mí. Ya no pude parar. Amo hacerme autorretratos. Horizontales y verticales. Discretos. Irreverentes. Con alto contenido real, sin uso posterior del Photoshop.

Colecciono autorretratos. Fragmentos de mí. De lo que quiero ver. De cómo quisiera que me vieran los demás también. De mis miradas desviadas, desatentas. De mis fantasías.