Me
aseguré de estar lo suficientemente sobria para poder recordar la noche bohemia
que pasamos con Fernando Delgadillo. Así que no le entré al
ron.
Entretuve
mi ansiedad con pretzels y doritos nachos. Y raro en mí. Estuve más del tiempo,
calladita. Solo observando. Escuchando. Alimentando mi sonrisa de la atmósfera
que cada vez generaba más buenaonda. Pura buena vibra. Energizante.
Desde
antes del mediodía estuvimos tratando de comunicarnos con el dueño del número
telefónico que días antes había acordado con Roier una cita para hacer una
sesión fotográfica con el trovador.
Semanas
antes. Quizá un par de meses. Habíamos entrevistado a Delgadillo por Tiempo
Ventanas. El disco que Nautilus Producciones promocionaba. Ahí Roier y
Delgadillo se conocieron, se cayeron bastante bien. Como que desde que se
vieron se dieron cuenta que tenían algo en común. A ambos les gusta eso de la discreción.
Pasar desapercibido, siempre claro, en medida de lo posible.
Nos
vimos en la Cineteca para hacer una breve entrevista para Más por Más. Luego de
que Roier le hiciera unas fotos para la nota del impreso, Delgadillo dejó
abierta la posibilidad de un nuevo encuentro. Le pidió su teléfono y le dijo
que le llamaría para hacer otras fotos.
El
primer telefonazo que Roier recibió fue muy informal. Hasta pensamos que
hubiese sido una broma. Prácticamente le hablaron para preguntarle que cuándo
podía hacerle las fotos al músico (como si previamente hubiese habido una
negociación al respecto). Sin entender bien qué onda, el Roi aceptó. Y apartó
la fecha. ¡Qué chido! ¡Le vamos a hacer fotos a Delgadillo! Estábamos
emocionados.
El
asunto fue que llegó el día de la sesión y no sabíamos aún la dirección a la
que deberíamos de llegar. ¡Todo estaba padrísimo! Teníamos agendada una sesión
increíble de fotos con Fernando Delgadillo. Pero no sabíamos dónde carajo
estaba él. Ni por qué no nos contestaba nadie al marcar al número del que
recibimos la llamada para concretar el shooting.
Estuvimos
horas esperando. Jajajaja. Obvio alguien nos vio la cara. ¿Qué tipo de broma es
esta? Inventarnos una sesión para reírse de nosotros…
Después
de quedarnos dormidos con el teléfono en la mano. Decepcionados. Y que nos
plantara el taxi que llamamos a la base, después de dejar plantados nosotros a
mi tío memo, que nos llevaría (pero que finalmente no nos llevó porque no
sabíamos a dónde ir)... llegamos con Fernando Delgadillo.
Tarde,
pero llegamos. ¡Al fin!
Entramos por la puerta pasadas las cinco de la tarde.
Justo cuando la luz empezaba a colarse entre las curvas de las ventanas.
De
inicio. Me parecía maravillosa la idea de que Delgadillo hubiese cumplido su
palabra de volver a contactar a Roi. Eso ya hablaba muy bien de él, y de Roier,
por supuesto.
Los
músicos y el fotógrafo recrearon en el jardín, un rincón gratísimo para cualquier
trovador. Les quedó un digno homenaje a los temas que inspiran y fascinan a
miles de seguidores de Delgadillo en Facebook y Twitter. Yo, como era la
asistente. Podía perder un poco más el tiempo en contemplaciones. Pero ellos
estaban en lo suyo.
Lanzando
sonrisas. Tratando de parecer, naturales. Bromeando. Buleándose entre sí.
A
todos se les hizo cómodo agarrar su instrumento y comenzar a aclimatarse a la
tarde de shooting. ¡A gusto!
Todos
sabían tocar alguno, o varios. Incluso el novato de Daniel. Todos, menos Roier.
Porque yo sí le sé a la flauta. Me salen La Bikina y Las Mañanitas.
La
verdad la pasamos muy bien. Aquello no solo se convirtió en una tarde
memorable, se volvió un concierto privadito, de esos por los que cualquier fan
daría lo que fuera. Y a nosotros, ¡hasta nos iban a pagar! Nos sentíamos
afortunados. Muy afortunados.
Mientras
estábamos en plena sesión, llegaron unos chicos. Estaban felices. Habían
resultado ganadores de una convocatoria que a la productora del cantautor se le
había ocurrido, para motivar a los fans a crear e imaginar. Y para tener likes,
claro.
La
campaña fue todo un éxito. Arrasó. La idea era hacer un video con una rola.
Cada quién podía escoger la favorita entre el amplio repertorio de Delgadillo.
Estos chicos que llegaron, hicieron unas cosas bastante interesantes. Y
ganaron. Ganaron una convivencia con el cantante. Que además, estaba acompañado
de Yuri, Manolo, Juan, Giovanni y otros músicos. Y de los fotógrafos. Que en ese momento,
éramos nosotros.
Qué
rico. Tras la sesión de fotos, musicalizada. Llegó la hora de la convivencia.
De la trova. Del bailongo sonoro.
El
ritmo se puso solo. Todo ameno. Fluyendo. Algunos hablábamos de una cosa. En
otros grupitos que se empezaron a formar, hablaban de otra. De la vida. De la
felicidad. De los gustos y afinidades por algún instrumento en particular y de
las torpezas para ejecutarlo. Hasta la legalización de la mariguana y los
prodigiosos versos de algunos intelectuales de nuestros tiempos, salieron a
relucir.
“No
saben todo lo que ha hecho. Una vez fue borracho a una junta de padres de
familia”, nos dijo Daniel, hijo de Delgadillo. Se agarró la cara con las manos y nos hizo unas muecas para expresar su
hartazgo ante varias escenas que ha protagonizado su padre, que si bien
nosotros no podemos dimensionar con precisión, nos parecen maravillosas.
-Bah. No tienes idea de los
que dices. Te quejas de eso. Se nota que nunca has tenido un padre de verdad
problemático. Al mío lo metieron a la cárcel 10 años. Por ejemplo. Le subrayé,
solo para desalentarle de seguir con la idea de que su papá era un patán cuando
se lo pretendía.
La
plática se fue apaciguando y se opacó con la llegada de Alejandro Filio. Todo
se volvieron acordes. Coros. Aplausos. Desde la llegada del segundo trovador,
ya todo se volvió canción.
Qué
noche tan plácida. Envidiable. Cómoda.
Todo
estuvo así. Quién sabe cuánto tiempo. Así. Hasta que de pronto… Se oyó un
guamazo.
-¿Qué pasó? Se quitó los
lentes con prisa e hizo la guitarra a un lado. Javier le intentó explicar… no
cayó al piso, solo se resbaló pero alcancé a atraparla.
Fernando
se puso muy pálido y su nerviosismo empezó a humedecerle los poros. Parecía
realmente molesto pero también parecía que se estaba tomando un tiempo para no
reaccionar mal.
Gritar
o culpar a alguien… nada cambiaría la situación que le agraviaba. Un
instrumento estuvo a punto de dañarse en medio de la fiesta. Pero es obvio que
algo así ocurra cuando ya las copas han empezado a hacer efectos en las
gargantas de los invitados al ameno convivio.
A lo
mejor ahora sí se le sale una mala actitud y vemos al verdadero trovador… todos
se silenciaron y atendieron la respuesta ante el acontecimiento. Javier siguió
explicando. Lo hizo las suficientes veces para lograr la tranquilidad de Fer.
Delgadillo
se tomó su tiempo para pensar y repensar lo que estaba sucediendo. Lo que pudo
suceder. Y lo que sucedería si acaso las cosas cambiaran el cause que llevaban.
Se
serenó. Y con mesura, volvió a incorporarse a su asiento. Tomó un trago y se
acomodó la guitarra en las piernas.
Los
instrumentos empezaron a sonar de nuevo y todos regresamos en un instante, al
bailongo. Qué noche tan plácida. Tan honesta. Tan confortable.
A
Fernando Delgadillo lo conocí por una obsesión que Tania Teresita (una gran
reportera y amiga) tiene por Carta a Francia, una de sus canciones favoritas.
Ella es muy fan. Y lo comprobamos hace unos años cuando nos sonsacó a Abraham,
Orlando, Gabo y Lilia a ir a uno de sus conciertos en el Parque Naucalli.
Quizá
sí hubiéramos podido pagar las entradas al concierto pero en ese momento,
éramos estudiantes de la FES Aragón. El dinero no nos sobraba y nuestros padres
no eran del tipo de padres que te dicen, ten este dinero y vete por ahí, a un
concierto.
Entonces
a Tania se le ocurrió que nos acreditáramos como medios de comunicación. Y pues nos decidimos y
nos hicimos pasar por reporteros de La Crónica de Hoy, Milenio… lo que a cada
quién le pareció mejor.
Nos
colamos. Y pasamos, una noche inolvidable. Tania demostró todo lo que sabía
acerca del músico durante la conferencia que se ofreció, en la que
obviamente terminamos. Tenía perfectamente claro cuántos discos había lanzado hasta ese momento. Sus
títulos. Y sus mayores éxitos. Fue la reportera que mejores preguntas hizo y
que mejores respuestas produjo.
Ahí se escribió un capítulo memorable para nosotros como reporteros. Ahí me nació una conexión con las fantasías con las que Delgadillo delira.
Ahí se escribió un capítulo memorable para nosotros como reporteros. Ahí me nació una conexión con las fantasías con las que Delgadillo delira.
Aquella noche que pasamos cantando con Delgadillo y Filio. Regresamos a casa poco antes
del amanecer. Tranquilos. Con un muy buen sabor de boca.