Todos
los días me autorretrato. No puedo parar, se ha convertido en un ritual que me
he obsesionado por llevar al pie de la letra. Tengo cientos. Miles de fotos.
Seria. Sonriendo. Cerrando los ojos. En la ducha. En mi oficina. Con la boca
entreabierta y los labios ligeramente separados.
No
podría señalar con certeza el día en que comencé a coleccionarlas. Pero la
primera vez que pasó fue casi incidental. Me estrené unas medias caladas. Mis
preferidas para hacer el amor con él. ¡Son tan frágiles!
Se
me olvidó ponerme los calzoncillos. Lo noté tras varios minutos en los que me
detuve para detallar la línea que se marcaba entre mis piernas.
Apreté
el vientre y miré mi silueta en el espejo. “Qué bien me sienta”. Me gusta. Me
gusta mucho cómo luzco sin calzones y con las medias puestas. Entonces decidí
dejar las cosas así y hacerme de nuevos hábitos.
Me
sentía expuesta y eso me hacía sentir sexy también. Tomé la red con fuerza y la alcé lo
más que pude, hasta que sobrepasó mi cintura.
Me
da ansiedad. Cómo se cruzan los hilos sobre la piel. Cómo la enmarca. Cómo la limita.
La atrapa. La presume. La acerca a la atención de la mirada.
Me
sentía expuesta y necesitaba eternizar esa sensación de natural frescura. Tomé
mi cámara y comencé a hacer el registro de cada milímetro de mi cuerpo.
Me
guié por las medias y sus rutas sobre mí. Ya no pude parar. Amo hacerme
autorretratos. Horizontales y verticales. Discretos. Irreverentes. Con alto
contenido real, sin uso posterior del Photoshop.
Colecciono autorretratos. Fragmentos de mí. De lo que quiero ver. De cómo quisiera que me vieran los demás también. De mis miradas desviadas, desatentas. De mis fantasías.
¿En serio? ¿Te cae? 0_0 (Lo sorprendente es que lo digo como si me sorprendiera)
ResponderEliminarJajajajaja. Ya sé que no te sorprende Leo. Gracias por leerme. :)
ResponderEliminar