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sábado, 12 de abril de 2014

Entrevista a Antonio Calera-Grobet

EL DF ME DA ROSTRO: CALERA-GROBET

Uno de los responsables de que actualmente callejuelas como Regina y San Jerónimo, en el Centro Histórico, sean tan caminables y disfrutables, es el escritor, periodista, chef y promotor cultural Antonio Calera-Grobet, con quien platicamos en el bar literario que actualmente dirige, La Bota

Entre cientos de objetos de diferentes tamaños, colores y extravagancias, el autor de Zopencos nos reveló que desde que llegó de España (a los 4 años), el DF se ha convertido para él en un ecosistema cultural complejo que le chupa la existencia y da sentido a su vida.

En la misma calle en la que cuando era estudiante fue golpeado y despojado de la colegiatura que pagaba en ese entonces al Claustro de Sor Juana, ahora Calera-Grobet ve una efervescencia cultural que todos debemos gozar.




¿Hay un boom en las actividades culturales de la ciudad?

La Ciudad de México es posiblemente el lugar en el que más actividades culturales hay en el mundo, por una cuestión aritmética, no porque seamos tan buenos haciéndolo. Pero no sé si sean necesarias tantas. Creo que los promotores culturales deberíamos frenar nuestro ímpetu y sumar fuerzas para consolidar mejores proyectos. Existe una sobre-comunicación y hay que tener cuidado. La misma herramienta a veces se vuelve tu enemigo cuando se sobre-calienta la posibilidad del decir.

¿Cómo defines al DF?

Para mí el DF es todo y más. Así como le pasó a los españoles hace cientos de años cuando vinieron a buscar la utopía acá, yo vivía al DF desde afuera porque venía del Estado de México. Lo veía como una zona exótica, para mí fue todo un descubrimiento, que es de lo que versa mi nueva novela. El DF es un ecosistema cultural complejo que me reivindica como ser humano y me da rostro.

¿Tenemos un nuevo Centro Histórico?

Sí podemos decir que hay una nueva vida en el Centro, incluso se puede cuantificar, hoy mismo es una noche llena de gente conversando, caminando. Además de disfrutar del Centro suelo caminar también por la Portales, la Doctores, la Tabacalera y la Santa María, para descubrir qué era lo que estaba antes en el escenario de la vida misma y que se podría recuperar. No con la nostalgia de que lo que fue antes fue mejor, sino para reinventar espacios en donde los habitantes nos podamos reencontrar.

¿Qué es lo que más disfrutas de las noches del DF?

Creo que el DF en las noches, ha dejado mucho que desear y es en ella donde realmente aparecen sus demonios. Es un lugar que ha empezado a oler a miedo. Me duele la ciudad nocturna, no está a la altura de sus ciudadanos.

¿Y qué te disgusta de su luz?

Cada vez soy más solar y no podría hablar mal de ella. Metafóricamente la luz es una alusión de verdad que nos permite distinguirnos en nuestra justa dimensión. En el Centro Histórico, la luz que refleja en esta parte del año es absolutamente hermosa. A nivel estético los fotógrafos siempre han hablado de ella.

¿A qué hora acostumbras a tomar tu dosis de noticias en el día?

Es un suplicio y una especie de silicio que no puedo dejar de flagelar sobre mí. No puedo dejar de leer el periódico de distintas maneras y siempre es como ver una película de terror. Pero es la única forma de toparte con un lindero para conocer luego el otro. El juego de ópticas es un juego perverso que me gusta operar.

¿Cuál es la noticia más extraña que hayas escuchado recientemente?

Hace unos días me llamó mucho la atención ver el Centro cercado por la visita de Barack Obama. Creo que simbólicamente no funciona. Hubo una foto que se tomó desde arriba del Zócalo donde no se veía un alma adentro más que militares. Es terrible.

¿Para ti qué es lo grotesco?

Aparece cuando la imagen de verdad y la verdad verdadera (con mayúsculas) se encuentran. En la ficción de lo que presumimos como verdad y lo que es real concreto. Ahí surge lo monstruoso, lo horripilante. Todo lo que se gana con la poesía se pierde entre el deber ser y lo que uno hace. Ahí se van las civilizaciones, es donde se cuelan todos los intentos de ley que no son para la gente, donde los comercios internacionales se joden a las clases proletarias. Cuando la cartilla moral ya no se puede leer.

¿Qué haces cuando sufres de insomnio?

Estoy empezando a medicarme y no sé dónde va a parar. No veo televisión, trato de no tomar café tarde y apago la luz temprano, pero a veces no resulta, estás tan cargado de palabras que... tienes que recurrir a dormir en horas en las que nadie está durmiendo.

De los platillos ¿cuáles te gusta mucho comer y cocinar?

La paella, los quesos, el pulpo, el jamón serrano, estoy experimentando mucho con el pescado ahora. También me gustan mucho los sesos, las tripas, ¡las vísceras! Creo que deberíamos empezar a entender diferente a la víscera y regresar mucho a la médula y la moronga, que son una exquisitez.



Sobre Zopencos

Después de la pesadumbre que le dejó escribir un libro tan duro y apocalíptico como ¡Carajo! Personas, animales y cosas en el fin del mundo, Antonio Calera-Grobet buscó hacer una novela más líquida que le permitiera disfrutar de la comedia.

Zopencos es un libro que trata de una palomilla de jóvenes, situada en los suburbios de los ochenta, que se está erosionando la vida con las drogas y el pop, que también tiene una parte tierna.

El texto, al que el autor define como una obra “naca” que le ayudó con la liberación del ego, es también una forma de improvisación literaria que evoca al jazz. A la estructura, para que el lector pudiera fluir por una especie de tobogán y disfrutar de ella y sus beats con cierta distracción, le quitó las mayúsculas y los puntos y aparte.

Cinematográfica, rasposa, vagabunda y llena de sentido del humor, esta novela te espera, entre sus páginas. 

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