Antes
de empezar el ayuno voy a echarme un buen porro, digo, para celebrar.
Quiero
dejar de fumar mota. No definitivamente pero sí de manera radical. También
quiero dejar de tomar leche. He leído tantas barbaries sobre la leche
últimamente que siento que es tiempo de alejarme de ella.
Soy
una adicta al café. Suelo tomar varias tazas al día (seis o siete). Tazas amplias,
donde quepa una buena porción de leche. Amo el café con leche, caliente, casi
hirviendo.
No fumo tabaco, pero sí bebo alcohol.
Me gustan las Caribe Cooler, las viñas y los chelatos. También el vodka.
Cada
que entro a una tiendita me dirijo al exhibidor de Barcel y compro unas Chips,
casi siempre moradas. No bebo Coca-Cola ni otro tipo de sodas, pero mi basura
siempre está llena de envases de Boing de cartón de litro. De mango o de
guayaba.
Soy adicta a los dulces y a todo ese tipo
de chiclosos que se me adhieran a las muelas y se acumulen entre mis dientes. Durante
años he sido fan de los Crak-ups y durante muchos también, he recibido cajas de
ellos en mis cumpleaños.
Tengo patéticos hábitos alimenticios. Como
a deshoras. Me salto algunas comidas y en lugar de ellas me meto pura
chuchería.
A
menudo, mi estómago se inflama de manera sorprendente, como si estuviera embarazada
de seis meses (dicen que es causa del estrés).
También
sufro de estreñimiento. Así de pasar dos o tres días sin usar el retrete de manera
seria.
Trabajo
mucho. De 11 am a 8 pm (más una hora y media de transporte de ida, y casi dos
de regreso a casa).
No
me gusta nada comer en puestecitos de la calle.
Tampoco
me gusta cargar con tuppers, me da mucha flojera. Andar en el Metro con mochilota…
si de por sí no cabe uno en esos vagones apretadísimos y saturados de malos
olores.
Vivo
sola y mi refrigerador está siempre, desértico. Quizá se pueda hallar en él
alguna fruta seca o chiles chipotles podridos.
No
sé cocinar y si soy sincera, comer no me causa mucho placer. Soy de esas
personas que come rápido. Solo porque hay que hacerlo, para vivir, y porque me
da hambre irremediablemente.
En
la adolescencia fui una anoréxica incontrolable y llegué a pasar semanas sin
probar bocado, pensando que comer solo me haría más gorda de lo que ya era.
También
soy muy mañosa. No me laten muchas cosas. No me gusta mezclar lo dulce con lo
salado. No me gustan las carnitas, ni la pancita, menos la barbacoa o la birria.
Podrá
sonar insensato pero no disfruto mucho de los sabores en la mesa, menos de los
olores (prácticamente pasan desapercibidos para mí, como un cero a la
izquierda).
Apenas
tengo 29 años y gracias a todo lo que he enunciado anteriormente, muchos de mis
órganos deben estar hechos ya una piltrafa.
La
verdad yo no me había dado cuenta de eso. O simplemente no había querido darle importancia…
Había decidido ignorar esa voz que me decía “tú misma has provocado todos tus
malestares”. “Tú eres la única culpable”. “Eres autodestructiva”.
Nuestro cuerpo es el templo y lo tratamos
como el cuarto de los cachivaches
¿POR QUÉ?
Eso
pasaba en mi vida antes de que una buena amiga, Yannina Thomassiny, me contara
sobre las bondades del ayuno por medio del sirope de savia.
Después
de conocerlo, las cosas cambiaron, así drásticamente. Fue una verdadera
sacudida, para el cuerpo y para el alma.
Hoy soy una mujer nueva
La
experiencia ha sido tan enriquecedora, y me ha aliviado de tantos males que no
puedo evitar compartírselos.
Dejé
de tomar pastillas para poder ir al baño (Senokot). Nunca más he vuelto a ver
mi estómago inflamado. Mi metabolismo se regeneró y parece que tengo un cuerpo
restaurado.
Sentirme
así me llevó a una vida más saludable. A elegir mejor lo que como, a DISFRUTAR
LO QUE COMO.
Durante esos días mis sentidos se agudizaron milagrosamente y
valoré realmente el placer que da comer e inyectar al cuerpo, vida.
Además
entré en un estado meditativo que ni les cuento. Escribí muchísimo. Escuché la
música diferente. Vi todos los detalles de las cosas. Pensé y pensé. Hasta filosofé. Y todo, sin un
solo toque de mota.
Obviamente
los beneficios no solo son internos. Mi cuerpo luce más radiante. Más
estilizado. Perdí peso y todas las erupciones en mi piel se apagaron.
Esta
es la segunda ocasión que yo realizo el ayuno, la primera fue en 2013.
Al
publicar en redes sociales que me había sometido a él, me di cuenta que muchas
personas no saben de este método, así que decidí confesarles a todos el
secreto.
Espero
que les sea de mucha utilidad y que varios encuentren en él un remedio y una
razón para cambiar de vida.
Antes
de continuar quiero subrayar que nadie me pagó por escribir esto. Y no les
estoy haciendo publicidad a los distribuidores de sirope. Mi búsqueda es otra.
Definitivamente mi fuerza externa e interna no dan para competir con la avasalladora publicidad que todos los días nos enferma.
Tsss... Leí con atención todo el proceso de desintoxicación. Sinceramente, lo he hecho... Con una salvedad: el tabaco.
ResponderEliminarDe ahí en fuera bien por ti. Ánimo con lo que viene.
Muchas gracias Florecita. Gracias por leer con atención. Deberías intentar lo del tabaco. Saludos!
Eliminarchale...
ResponderEliminarPor qué chale?
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