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lunes, 14 de abril de 2014

Soy una adicta

Antes de empezar el ayuno voy a echarme un buen porro, digo, para celebrar. 


Quiero dejar de fumar mota. No definitivamente pero sí de manera radical. También quiero dejar de tomar leche. He leído tantas barbaries sobre la leche últimamente que siento que es tiempo de alejarme de ella.

Soy una adicta al café. Suelo tomar varias tazas al día (seis o siete). Tazas amplias, donde quepa una buena porción de leche. Amo el café con leche, caliente, casi hirviendo.

No fumo tabaco, pero sí bebo alcohol. Me gustan las Caribe Cooler, las viñas y los chelatos. También el vodka.

Cada que entro a una tiendita me dirijo al exhibidor de Barcel y compro unas Chips, casi siempre moradas. No bebo Coca-Cola ni otro tipo de sodas, pero mi basura siempre está llena de envases de Boing de cartón de litro. De mango o de guayaba.

Soy adicta a los dulces y a todo ese tipo de chiclosos que se me adhieran a las muelas y se acumulen entre mis dientes. Durante años he sido fan de los Crak-ups y durante muchos también, he recibido cajas de ellos en mis cumpleaños.

Tengo patéticos hábitos alimenticios. Como a deshoras. Me salto algunas comidas y en lugar de ellas me meto pura chuchería.

A menudo, mi estómago se inflama de manera sorprendente, como si estuviera embarazada de seis meses (dicen que es causa del estrés).

También sufro de estreñimiento. Así de pasar dos o tres días sin usar el retrete de manera seria.

Trabajo mucho. De 11 am a 8 pm (más una hora y media de transporte de ida, y casi dos de regreso a casa).

No me gusta nada comer en puestecitos de la calle.

Tampoco me gusta cargar con tuppers, me da mucha flojera. Andar en el Metro con mochilota… si de por sí no cabe uno en esos vagones apretadísimos y saturados de malos olores.

Vivo sola y mi refrigerador está siempre, desértico. Quizá se pueda hallar en él alguna fruta seca o chiles chipotles podridos.

No sé cocinar y si soy sincera, comer no me causa mucho placer. Soy de esas personas que come rápido. Solo porque hay que hacerlo, para vivir, y porque me da hambre irremediablemente.

En la adolescencia fui una anoréxica incontrolable y llegué a pasar semanas sin probar bocado, pensando que comer solo me haría más gorda de lo que ya era.

También soy muy mañosa. No me laten muchas cosas. No me gusta mezclar lo dulce con lo salado. No me gustan las carnitas, ni la pancita, menos la barbacoa o la birria.

Podrá sonar insensato pero no disfruto mucho de los sabores en la mesa, menos de los olores (prácticamente pasan desapercibidos para mí, como un cero a la izquierda).

Apenas tengo 29 años y gracias a todo lo que he enunciado anteriormente, muchos de mis órganos deben estar hechos ya una piltrafa.

La verdad yo no me había dado cuenta de eso. O simplemente no había querido darle importancia… Había decidido ignorar esa voz que me decía “tú misma has provocado todos tus malestares”. “Tú eres la única culpable”. “Eres autodestructiva”.

Nuestro cuerpo es el templo y lo tratamos como el cuarto de los cachivaches 
¿POR QUÉ?

Eso pasaba en mi vida antes de que una buena amiga, Yannina Thomassiny, me contara sobre las bondades del ayuno por medio del sirope de savia.

Después de conocerlo, las cosas cambiaron, así drásticamente. Fue una verdadera sacudida, para el cuerpo y para el alma.

Hoy soy una mujer nueva

La experiencia ha sido tan enriquecedora, y me ha aliviado de tantos males que no puedo evitar compartírselos.

Dejé de tomar pastillas para poder ir al baño (Senokot). Nunca más he vuelto a ver mi estómago inflamado. Mi metabolismo se regeneró y parece que tengo un cuerpo restaurado.

Sentirme así me llevó a una vida más saludable. A elegir mejor lo que como, a DISFRUTAR LO QUE COMO

Durante esos días mis sentidos se agudizaron milagrosamente y valoré realmente el placer que da comer e inyectar al cuerpo, vida.

Además entré en un estado meditativo que ni les cuento. Escribí muchísimo. Escuché la música diferente. Vi todos los detalles de las cosas. Pensé y pensé. Hasta filosofé. Y todo, sin un solo toque de mota.


Obviamente los beneficios no solo son internos. Mi cuerpo luce más radiante. Más estilizado. Perdí peso y todas las erupciones en mi piel se apagaron.

Esta es la segunda ocasión que yo realizo el ayuno, la primera fue en 2013.

Al publicar en redes sociales que me había sometido a él, me di cuenta que muchas personas no saben de este método, así que decidí confesarles a todos el secreto.

Espero que les sea de mucha utilidad y que varios encuentren en él un remedio y una razón para cambiar de vida. 

Antes de continuar quiero subrayar que nadie me pagó por escribir esto. Y no les estoy haciendo publicidad a los distribuidores de sirope. Mi búsqueda es otra.  

Definitivamente mi fuerza externa e interna no dan para competir con la avasalladora publicidad que todos los días nos enferma.





4 comentarios:

  1. Tsss... Leí con atención todo el proceso de desintoxicación. Sinceramente, lo he hecho... Con una salvedad: el tabaco.

    De ahí en fuera bien por ti. Ánimo con lo que viene.

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    1. Muchas gracias Florecita. Gracias por leer con atención. Deberías intentar lo del tabaco. Saludos!

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