Leo
la palabra. Lento. M i e d o s a. Y de inmediato, me recorre una sensación. Un
vértigo. Se me calienta la cabeza.
Es como
una señal eléctrica que va directo entre mis piernas.
Sí
soy miedosa. Pero no sé exactamente a qué le tengo miedo. Desde que me hablaste
de tu casa, no puedo dejar de imaginar que me coges en el estudio que
instalaste en uno de los cuartos de ese viejo departamento de pisos de madera y
techos altos. No dejo de sentir la brisa que me entra desde una de las
ventanas.
Sí
soy miedosa. Porque a pesar de todo, nunca la he pasado mal contigo. Al
contrario. Encontrarte un día me hizo notar cuán capaz soy de excitarme tan
solo con las palabras. Con la imaginación.
Sí
soy miedosa porque tú eres perverso. Porque sé que nada me une a ti. Solo el
sexo. Y porque es. Maravilloso.
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