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miércoles, 13 de agosto de 2014

Lo que hemos ganado

Un espectador. Esa fue la cifra a la que me enfrenté en el tema de la promoción cultural el primer día que trabajé como tal. Héctor Zagal presentaba en la Sala CCB del Centro Cultural del Bosque, La Cena del Bicentenario y solamente se había dado cita al lugar. Una persona.

La verdad no sabía ni qué decirle, quería advertirle que al entrar al salón y pasar el telón, estaría completamente solo, pero me detuvo la fe de que algunos despistados más, llegarían a la presentación del texto.

No pasó así. Nadie apareció. Tuvimos que pedirles hasta las secretarias que nos apoyaran para llenar unas cuántas butacas y acompañar a aquel hombre interesado en las letras de Zagal.

Atraer a las personas a las salas de concierto, encuentros literarios y escenarios teatrales no es tarea fácil. Tampoco es sencillo convencerlas de no consumir telebasura, el Metro y el TVyNovelas. Y es difícil no porque la gente no quiera hacerlo, a veces ni siquiera sabe que puede hacerlo o, peor aún, no puede hacerlo, aunque lo desea. Porque el acceso a la cultura también está centralizado y en manos de unos cuántos privilegiados.

Trabajar en Bellas Artes me permitió comprender un poco más cómo funciona el sistema en ese sentido. Antes de este trabajo, había ido al teatro contadísimas las veces. De niña no recuerdo programas fuertes en la escuela que nos fomentaran el desarrollo y consumo de las artes en general. Vamos…. en las escuelas públicas apenas nos enseñan a tocar la flauta y una versión de la historia bastante cuestionable.

En México no hay programas con carácter que incentiven la cultura desde temprana edad. Yo vivo en la Cuchilla del Tesoro, una colonia de la GAM que colinda con el Estado de México.

En mi barrio hay una escuela primaria, la Emperador Cuauhtémoc y una casa de cultura que funciona desde hace más de siete años. La persona a su cargo se llama Teresa y decidí ir a proponerle mi proyecto de desarrollo comunitario a través del fomento del arte, la cultura y la identidad.

La casa de cultura de mi barrio, como la de otros barrios, se caracteriza por ser un lugar administrado por gente colocada en estos puestos, no por su conocimiento o experiencia, sino por su talento para la demagogia y el acarreo político.

Las casas de cultura de barrio tienen vocación política y no vocación popular y los responsables son los partidos políticos que se han adueñado de ellas, convirtiéndolas en bastiones donde se pactan votos.

La casa de cultura de mi barrio es muy amplia y está realmente descuidada. La gente que atiene no siempre es amable y en muchas ocasiones no está capacitada para dar información.

En fin. Al acercarme más me di cuenta que no soy la única que se da cuenta y lo lamenta. Reflexioné sobre lo que yo podría aportar para que el recinto generara actividades que tuvieran incidencia positiva en la comunidad y entonces creé el Colectivo ILoveCuchilla.

Por supuesto que creo en ILoveCuchilla y todo lo que uno puede lograr si uno se acerca a la población mediante la música, la danza, el teatro, la fotografía, el cine, el graffiti y la literatura.

Al primer concierto que organizamos acudieron casi 50 personas. El evento alimentó nuestro espíritu a grados extremos de conmoción. Me acerqué a un músico entrañable. Iram Gallardo, un acordeonista que ahora mismo está en Argentina para representar a México en un certamen sonoro y que cursó la preparatoria conmigo en la Pedro de Alba.

Qué talento aquilata en los dedos ese muchacho. Y en el corazón, porque parece que la música emana de él. Iram ofreció un espléndido concierto. Gallardo nos tocó a todos las fibras más sensibles. Nos mantuvo ahí quietos, escuchándole a detalle el ritmo y el compás. Y lo hizo porque creyó en la idea de que somos nosotros mismos los que debemos exigir que este tipo de espacios sean un motor de creación y proyección de talento continua.

Este domingo 10 de agosto realizamos el segundo concierto. Esta vez invitamos a los Cienpies, una banda de rock surgida en 2004, que ensaya desde hace años en oriente 9, en la Cuchilla del Tesoro y que conocimos gracias al documental que preparamos como tesis: Los Ocho García.

El concierto fue un éxito, casi un centenar de personas reunidas para disfrutar de la propuesta musical de estos jóvenes prácticamente desconocidos para los vecinos.

Niños. Jóvenes. Adultos y adultos mayores. Fue un domingo especialmente soleado. La gente que pasaba caminando por fuera del recinto, se detenía. Se extrañaba. Algunos se sumaron. Otros prefirieron escuchar desde fuera.

El resultado: entusiasmo, mucho entusiasmo por parte de los vecinos que suplican, este tipo de actividades tengan una agenda regular y constante. Los Cienpies, pese a las complicaciones para adaptarse a las condiciones del espacio, en términos de audio, lo hicieron muy bien. Lanzaron mensajes a su público y amenazaron con volver para presentar su disco.

¿Qué si me siento satisfecha por lo que hemos conseguido? En realidad hemos conseguido mucho. Hemos logrado encender los ánimos de las personas que no paran de mandarnos mails y postearnos en Facebook para compartirnos sus propuestas, para incentivarnos a seguir, porque somos más los que creemos que esto vale la pena.

Recuento de los daños

A veces, a los eventos que agendábamos en el Centro Cultural del Bosque, llegaban 100 personas y en ocasiones, ocho, diez, 15, 30. Variaba demasiado, pero obvio, nunca nada superó lo acontecido con Zagal (no mientras yo estuve ahí).

La Sala CCB, aunque un tanto improvisada, es un salón equipado. Tienen mobiliario. Equipo de audio. Proyector. En aquel tiempo era oscuro y cumplía los parámetros para albergar puestas teatrales, dancísticas, literarias… Un salón multifacético.

La Sala CCB está dentro de uno de los complejos culturales más importantes de la ciudad y se ubica detrás del Auditorio Nacional. La Sala CCB tiene toda una estructura burocrática que permite su funcionamiento y destina una buena cantidad a la planeación de eventos. Invierte en difusión web e impresa y por pertenecer a Bellas Artes goza de credibilidad y prestigio en el tema de las artes plásticas y escénicas.

En fin. Con todo y los cientos de carteles distribuidos en diferentes centros culturales de la ciudad. Con todo y las menciones en las agendas de los medios de comunicación, el CCB no siempre tenía buenos resultados hablando en términos de audiencia. ¿Qué pasa con la gente? ¿Por qué los estadios de futbol y los centros nocturnos están atiborrados y nosotros no podemos reunir las mismas masas en nuestros teatros y salas de concierto? ¿Por qué tanta apatía?

Indagando y reflexionando sobre mi propia realidad y contexto percibo con vértigo una respuesta infinita… y vuelvo: el gran grueso de la población no tiene acceso a programas que incentiven su creatividad y fomenten el consumo de la música, la danza, la literatura…

No es una tarea fácil. Los que deciden la vida de este país prefieren a masas enajenadas con las producciones telenovelezcas de Televisa y TVAzteca. 

Los que venden a la patria optan por un país segmentado que no sea capaz de organizarse ni en su propio barrio, ni con su propia familia. Que se vuelva loco con los tormentosos viajes que tiene que hacer diario de su casa al trabajo y de regreso. Que agreda al otro, por cualquier cosa, porque el cansancio y la desesperación de no hacer rendir la quincena, le hagan cometer los actos más insensatos.

A ellos no les importa que nuestras casas de cultura estén vacías y desaprovechas. No se interesan porque nuestras áreas comunes sean realmente comunes y no un tiradero de basura y hasta cadáveres. Tampoco quieren abrir los ojos ante una juventud presa de la marginación y el pandillerismo.

Mostrar a los vecinos una opción diferente es el motor de todo nuestro movimiento. Al concierto de los Cienpies llegaron casi cien personas. Claro que hemos logrado mucho y vamos por más.

¡Únete!
“Que el interés político no prevalezca sobre el fin social y cultural.”

Reactivemos nuestros espacios y apropiémonos de nuestras casas de cultura


Yuliana García Hernández
Directora de ILoveCuchilla




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