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martes, 18 de febrero de 2014

Licencia para bucear

Parálisis, shock, debilidad, entumecimiento, hormigueo o dificultad respiratoria. Diferentes grados de dolor en las articulaciones y en las extremidades. Inconsciencia. La muerte. Son solo algunas de las variadísimas consecuencias de la descompresión que se pueden tener al practicar el buceo.

Los síntomas pueden presentarse juntos o por separado, ocurrir en cualquier parte del cuerpo, e ir o no acompañados de un ligero mareo.

Suelen producirse entre 15 minutos y 12 horas después de una inmersión, aunque pueden ocurrir más tarde.

Tienden a aparecer gradualmente y a persistir, aunque pueden ser intermitentes. Todos los casos deben ser considerados graves, y aunque existan todas las medidas para evitarse, no es posible a veces, salvarse, ni haciéndolo todo al pie de la letra. Todo depende. De las corrientes, del cuerpo, de la suerte. De la vida y de la muerte. 

Las lesiones por sobrepresión pulmonar y la enfermedad descompresiva son conocidas por la comunidad médica como lesiones disbáricas.

Luego de leer éstas y otras advertencias sobre lo consciente que debería de ser al firmar los documentos que me hacían completamente responsable de mis inquietudes hacia el buceo recreativo que deseaba practicar… Mi mente se nubló.

Ya no pude pensar claro, se me doblaban las rodillas. Se me habían debilitado. Empecé a ver puntitos de colores. Se me bajó la presión. No estaba segura de lo que estaba haciendo y me sentía presionada para entenderlo.

No estoy convencida. Le dije al instructor que luego de varias horas de viaje, nos atendió con mucha amabilidad y nos dotó de los materiales de estudio. Videos. Manuales y tablas de cálculo... Tenían en varios idiomas. Y no encontraban en español para mí. 

Necesita pensarlo mejor. No hay reembolsos. Si quiere puede quedarse en la playa mientras sus compañeros obtienen su licencia. Playa del Carmen tiene muchas cosas atractivas para los vacacionistas.

¿En seriooooooo? ¿Había escapado de mi cotidianidad solo para reproducir mi hartazgo bajo el sol, la arena y el mar de Cancún?

No. ¡Claro que no! Lo que mi vida necesitaba era adrenalina. Aventura. Algo desconocido. Delirante. Que me dejara una marca indeleble para el camino, para el sueño, un viaje a mis adentros.

Firmé apresuradamente. Me dije. Si he de morir, he de morir. Podría desvanecerme en la esquina a causa de un atropellamiento fortuito. O pudo haberse desplomado el avión. Qué más da. Si he de morir... tampoco estaría nada mal que fuera en el mar.


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Podría decir que me siento muy a gusto en el agua, porque de hecho, así lo creo cuando estoy en ella y supongo, que de algo debieron servir las clases que natación de toda la primaria. Sin embargo, he estado a punto de morir ahogada, por lo menos más de una vez, y frecuentemente tengo algunos periodos de mucho miedo y ansia al nadar entre las olas.


La primera vez que me creí muerta fue en un balneario al que fuimos con la familia, creo Tepetongo o no sé. Cuando caí en la desesperación me abalancé de mi prima Areli, llenándole la boca de agua, gracias a lo que pude salvar mi pellejo.

La segunda vez, fue en Zipolite, en Oaxaca. Me acuerdo, que un borrachillo que estaba afuera de una tienda a la que pasamos antes de la playa, me lo advirtió, y yo, por obviedad, lo tomé de loco. También me acuerdo que luego de que me sacó del agua un salvavidas chaparrito, me quedé platicando con una señora a la que no podía dejarle de ver las megatetas que tenía.

La tercera la sentí hace unos meses, al obtener mi licencia de buzo.

Yo nunca había buceado, ni me imaginaba buceando tampoco. 

Primero, llegar por cielo, y tras estar a miles de pies de altura, ir luego por debajo del nivel del mar donde para empezar las presiones atmosféricas son muy diferentes.


Llegamos a Playa del Carmen, en Quintana Roo. Sveta Budnyak, nuestra instructora, que era rusa y rubia, tenía la actitud más fría que el agua en donde llevamos a cabo las inmersiones.

El lugar en el que recibimos la capacitación fue un centro integral de buceo PADI, ubicado entre la 5ta Avenida y Calle 8 de aquella localidad en la que uno se siente, totalmente extranjero.


Lo primero que necesitas hacer cuando llegas ahí, es estar seguro, segurísimo, de que puedes morir de mil y un formas, o quedar de plano mal del cerebro. 

Yo no quería echarme a perder los pulmones ni que me reventaran los oídos. ¿Podría poner la suficiente atención y concentrarme?

Un gringo que estaba ahí, mientras observaba junto a mis compañeros los tanques y las aletas exhibidas, me llevó al agua antes de siquiera mojarme los pies.


Nos contó de los motivos que lo habían llevado hasta ahí (porque él sí tenía motivos reales, no como yo que solo buscaba escapar de la redacción y sus políticas retrógradas). El discurso aniquiló mis dudas de un trancazo fijando mi juicio solo en un punto, en lo que ahí debajo descubriría: una puerta para sorprenderme un poco más y para siempre.

La primera inmersión fue en aguas confinadas (una alberca convencional). La aventura comenzó y yo tuve un episodio de risitas que no me permitían ni conciliar el equilibrio.

Justo cuando estuve debajo del agua con respiración artificial me di cuenta de lo mucho que necesitaba estar en la superficie vociferando.

El primer gran reto al que me enfrenté, fue al lenguaje de las señas. Siempre me han dado mucha ansiedad y no me empeño en convertirlas en algo funcional. Me desespero y prefiero hablar. Abajo del agua no hay palabras. No hay explicaciones largas. Ni siquiera cortas.


Fue una semana tortuosa. Hubieron días en los que nuestras jornadas empezaban a las 7 AM. Pasamos tardes enteras viendo cintas (noventerísimas) para capacitarnos. Pasamos horas, larguísimas, entendiendo tablas matemáticas indescifrables.

PADI, Professional Association of Driving Instructors, es la mayor organización de enseñanza de buceo en el mundo (según reza su manual), la cual desarrolla una serie de programas estándares para certificar a instructores a nivel internacional.

El curso que tomamos fue el PADI Open Water Driver, el cual nos daría la famosa licencia. Sufrí bastante. De pronto no entendí por qué pagar por padecer, por tener miedo. Porque Sveta me hiciera desvariar.


Ella fue muy dura conmigo. Cada que buscaba salir a flote ella me jalaba hacia su cuerpo. Ponía su máscara frente a la mía, me miraba intensamente a los ojos y me decía, sin decir nada: no puedes ir allá arriba. Ahora vives aquí bajo el agua. Éste es ahora tu lugar. Respira. No veo que no puedas respirar. Entiende niña. No puedes ir allá arriba nunca más.

¡Qué angustia! Ni siquiera sé si podía hilar ideas. Cada ejercicio allá abajo se volvía más complicado. Decidir flotar. Controlar el cuerpo.

Cuando exhalas, reduces el volumen de tus pulmones y la cantidad de agua que desplazas, lo que hace que tengas menos flotabilidad…

¿Qué..? ¿Puedes explicármelo de nuevo?


Claro. Puedes definir el principio de flotabilidad de esta forma: Un objeto sumergido en el agua recibe un empuje hacia arriba igual al peso de la cantidad de agua que desplaza.

Esto significa que si un objeto desplaza una cantidad de agua que pesa más que su propio peso, flotará. Si un objeto desplaza una cantidad de agua que pesa menos que su propio peso, se hundirá. Si un objeto desplaza una cantidad de agua igual a su propio peso, ni flotará ni se hundirá, sino que permanecerá suspendido en el agua.

Como buceador, controlar la flotabilidad es indispensable. Es saber dónde se está. Algo así como lo que muchas mujeres no pueden hacer en los videojuegos, y por lo que de plano, se desinteresan.

Los plomos que un buzo como tú carga en su cinturón, son una forma de controlar la flotabilidad. Debajo del agua debes entenderlo y jugar con ello. Pon atención. Es sencillo.



Hasta aquí vamos bien. Ahora que entiendes de flotabilidad positiva, negativa y neutra, deberás entender también algunas cosas básicas sobre presión, volumen y densidad.

Del mismo modo que el aire ejerce presión sobre ti, lo hace el agua cuando te sumerges, pero debido a que es más densa y pesada, los cambios de presión son mucho más importantes al ascender o descender una distancia determinada.

¿Eso es lo que podría matarme?

Así es. Justo eso, por ello primero debes entender cómo tu cuerpo puede sufrir la famosa compresión. Sígueme.


Durante el descenso, la presión del agua aumenta y comprime el aire en los espacios aéreos de tu cuerpo (los más afectados suelen ser los oídos y los senos). 

Conforme el volumen disminuye, la presión empuja a los tejidos del cuerpo hacia el espacio aéreo. Si continúas descendiendo sin ser cuidadoso, podría ser demasiado doloroso.

Una compresión es un desequilibrio de presión en el que la presión en el exterior de un espacio aéreo es mayor a la presión en el interior del espacio aéreo. Esto puede afectar tus pulmones y llevarte a la muerte si no utilizas adecuadamente las técnicas de compensación.

¿Iremos a aguas abiertas ya?

Practicar en aguas abiertas no es inmediato. Primero haremos solo simulaciones. Tranquila. Ya falta muy poco. 


¿Estás lista?


Aún faltan muchos detalles por atender. La limpieza y el funcionamiento del equipo. Los primeros auxilios. Los tipos de botellas, máscaras, trajes, reguladores y aletas.  

Algo curioso de entender es que los tanques no están llenos de oxígeno sino de aire comprimido. La gente siempre se confunde respecto a ello.

Te explico. El aire se compone de muchos gases, pero el oxígeno y el nitrógeno forman más del 99% (79% oxígeno y 21% nitrógeno).

Cuando respiramos nuestro cuerpo utiliza el oxígeno, mientras que el nitrógeno es un gas fisiológicamente inerte. El aire comprimido de la botella para bucear es básicamente lo mismo que respiras justamente ahora.

Aunque el nitrógeno no tiene influencia directa en la superficie, las cosas cambian cuando respiras bajo presión y a ciertas profundidades.

Claro es pues, que tu tiempo bajo el agua tiene límites más allá del equipo y tus propios deseos. Límites, que están relacionados con la profundidad y que se derivan del nitrógeno que se disuelve en tus tejidos durante una inmersión y que puede intoxicarte.

Para mantenerte dentro de los límites correctos debes utilizar tablas que te dan los tiempos máximos de profundidad de buceo, todo dependiendo del nitrógeno absorbido, teóricamente.

Si permaneces bajo el agua por encima de esos límites, tu cuerpo absorbe tanto exceso de nitrógeno cuando asciendes a la superficie, que no puedes eliminar el nitrógeno a la velocidad a la que sale la disolución. Al escapar de los tejidos de tu cuerpo, el exceso de nitrógeno forma burbujas en los tejidos y en los vasos sanguíneos.

El fenómeno es similar a abrir una botella de refresco; reduces la presión y el gas disuelto escapa produciendo efervescencia en la bebida. Las burbujas que se forman en el cuerpo después de una inmersión producen una condición médica denominada enfermedad descompresiva. 

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Las matemáticas, las salvadoras


Las tablas de buceo se usan aproximadamente desde 1907 y fueron el primer método de planificación de inmersión hasta llegar a los ordenadores.

Ellas te dicen tu límite de descompresión basándose en la cantidad teórica de nitrógeno que absorbe tu cuerpo durante una inmersión, teniendo en cuenta inmersiones anteriores. Cada minuto, cada centímetro importa. 

Para más claridad te dejo aquí el Planificador de Inmersiones Recreativas que debes aprender a usar. Nos vemos mañana Yuliana. Resuelve los problemas y cuestionarios. Mañana hay examen. 




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¿Estamos? No tengas miedo. Estás a punto de ir allá abajo.

Ajusta tu máscara. Traje, tubo, aletas, mangueras, cinturón y plomos. Deshincha el chaleco. Vacía el regulador bajo el agua utilizando el método de exhalación y el botón de purga. Respira bajo el agua.

Lleva tus piernas lo más alto y recto posible para que su peso te lleve hacia el fondo. Mantén la cabeza abajo. Controla tu flotabilidad, observa bien todo a tu alrededor. Muévete despacio.  Localiza tu manómetro y asegúrate de que tu aire disponible sea adecuado. Desplázate. Lento. Ahorra oxígeno.

Compensa los oídos. Relájate. Disfruta de la luz que se filtra entre los corales.  Mantén contacto visual con los otros.

RECUERDA: la regla más importante del buceo con equipo autónomo es no aguantar nunca la respiración. Siéntelo. Ahora vives bajo el agua.


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Vi muchísimos peces de colores. Aluciné en su profundidad. Miré a los ojos a otros buzos. Sentí perversas corrientes frías y calientes. Nos condujimos entre oscuras cavernas.

En total hicimos cuatro inmersiones. Todas en cenotes porque el mar andaba bravísimo, imponiéndosele al viento.

Primero nos sumergimos siete metros en Chikin Ha, durante 35 minutos.

Luego fuimos un poco más, 10 metros en Rainbow. 30 minutos en Casa Cenote (seis metros) y finalmente 12 metros durante 38 minutos en El Edén. 

El tanque pesa aproximadamente unos 15 kilos, que sumados al peso del chaleco con el regulador (unos 5 kilos más), y los plomos que necesitas según tu flotabilidad… terminan siendo una pesadilla. Aquello era como cargar un muerto de por lo menos unos 12 años de edad.

Entender las tablas de inmersión, preocuparse por cada detalle, el sudor del pensamiento, el miedo a la descompresión… todo, valió la pena cuando abrí los ojos ahí dentro y pude ver a Diana Vasto con todo el equipo puesto, imaginándome su espejo. Abajo todo es ligero, pero la luz, se convierte en un excitador de frecuencias que emocionan y aterran.

Ya valdría hacer agenda para volver a la profundidad, donde todo, incluso la vida, se hace más transparente e intensa. 










Al final de la historia. Todos obtuvimos nuestra certificación, hasta yo que pensé que iba a reprobar los exámenes finales. Nos explicaron que tenía validez de un año y que si se requerían se podían estar tomando cursos de actualización. Si el buceo es lo tuyo puedes incluso convertirte en instructor. Yo me quedo con la experiencia para la vida, para tener algo que contarles a ustedes. Pero la verdad, muero por regresar. 

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