(PRIMERA ENTREGA)
Ya no amamos como niños enceguecidos por la fantasía, sino guiados por ella.
******
Primero
que nada quiero advertir, no encontrarán aquí la clave del éxito amoroso y
mucho menos la estrategia para tener una curvilínea chica en su cama.
Lo
que reúno son solo apuntes aislados sobre el amor. El amor a la patria, a la
familia, al ser que complace nuestro sexo, al que solo lo ilusiona. Amor al
otro. Cualquiera que sea. A la madre. Al perro. Al gato galáctico. A lo que se
hace, a lo que se es. Amor a uno mismo. Amar a México, que en estos tiempos del
priismo salvaje, es lo único que podría salvarnos de lo más amargo. Del
desencanto.
¿Qué es el amor?
Desde
que me acuerdo amo a mi madre. Ella me lo decía todo el tiempo: “te amo”. Yo no
sabía bien por qué, pero desde que pronunciaba la frase célebre me cobijaba. Y sabía
automáticamente que también la amaba. A ella más que a nadie.
Ella
me abrazó en su vientre. Me cambió los pañales de tela, me cortó las uñas
cuidadosamente para no pellizcarme nunca, un dedo.
Mi
madre bordó mis calzones y mis coquetas calcetas. Confeccionó mis largos
vestidos. Combinó mis crinolinas. Me bañó. Me besó las mejillas. Me dijo miles
de veces que tenía que darle los buenos días a la gente y estudiar.
Me
cuidó de las paperas y la varicela. Me enseñó que uno puede jugar solo con la
imaginación.
¿Cómo no voy a amar a mi mamá, si su amor
es incondicional?
Uno
ama a su madre, y a veces, a su padre (depende de su historia). Porque sí. De
nacimiento, por inercia, por instinto. Por sentido común. El amor se mama.
Lo
difícil viene después. Cuando uno se enfrenta a otro. A otro que no le importa
tanto si eres inseguro o autodestructivo. Si estás feliz o no. A otro que no se
entrega al 100% como ella, que es la más pura y fiel.
Aprender
amar al otro que no es nuestra madre.
Trato
de ir atrás. ¿De quién fue la primera persona de la que me enamoré?
No
estoy lista para recordarlo.
Empecé
a amar ciertas cosas. Amaba mi vida. Amaba mi cuarto, ir de vacaciones. Que mi
madre me felicitara por mis excelentes notas.
En
la primaria me gustaban los ojos de un niño. Jonathan Yáñez Fuentes. ¡Ahhh!
¿Qué será de él ahora? Aún guardo algunas escenas en las estuvimos juntos. No
lo he encontrado en Facebook.
Creo
que nunca fuimos novios. Y aunque varias veces me lo propuso. No acepté.
Jajajaja.
Qué risa. No sé en qué hubiera parado esto si alguna vez nos hubiéramos
comprometido.
Sí
me daban ganas. ¡Claro que me daban ganas de ser su novia!, pero la regla de mi
madre era dura. Tú puedes tener novio cuando quieras. Cuando estés lista. Cuando
decidas. La única condición: responder a la pregunta ¿por qué?
Parecía
cosa fácil. Pero no lo era.
Dios. ¿Quién puede, pasaditos los cinco años, ofrecer a su madre un discurso
apropiado, aceptable, sobre el arte de amar?
...Porque lo amo…
No, no lo amo.
Porque está
guapo…
Porque es el güerito del salón…
Ni siquiera es el más listo.
Qué
weba resolver el misterio. ¿Qué diablos querría escuchar ella al respecto?
¿Solo quería atormentarme?
Para
qué perder el tiempo con eso. Sinceramente lo demás, era lo de menos.
Durante
seis años me conformé con ver sus ojos pizpiretos. Su linda sonrisa.
Me
gustaba que otros del salón me dijeran que moría por mí. Él tampoco se atrevía
a declarárseme. Y qué bueno que no lo hacía. Yo no hubiera sabido cómo
reaccionar.
Por
ahí de cuarto grado se armó de valor. Yo no estaba tan interesada ya. Todas las
niñas ya habían sido sus novias. Preferí solo, que me siguiera poniendo
nerviosa.
En
la secu conocí al amor de mi vida. El más guapo. El más deportista. El más
listo, bueno, obvio después de mí ;)
Él
sí fue mi novio. Pero luego luego terminó conmigo. No recuerdo bien el
argumento. Prácticamente porque no habían besos, ni detalles. Un noviazgo muy
disparejo.
La
verdad yo pensaba que el amor era recibir y no dar. Para consolidar nuestro
amorío Beto me regaló a Bartolo, un perrito de peluche de perfil muy ñoño, que
parecía había atesorado por varios años. Yo no le di nada. Se dio cuenta de
eso. Hoy me sigue poniendo muy nerviosa hablar con él.
En
la prepa nunca tuve novio. Creía que tenía una incapacidad infinita para amar.
A la
primera persona que amé, que no era de mi familia, fue a Leo. Un sujeto
rarísimo. Flaco, escurrido. Muy egocentrista pero capaz de ver el alma de la
persona más fría.
Él
me enseñó de magia y de hechicería. Me habló de conejos blancos corriendo por
el mundo, con la prisa.
Siempre
me contaba historias divertidas sobre los árboles de la universidad. Leo me
hacía poemas, me convirtió en su musa. Yo lo inspiraba y eso, me volvía loca.
Bastaba
que pronunciara cualquier deseo para que él lo convirtiera en literatura fresca
y profunda. Se inventó por correspondencia una misteriosa identidad. Me sedujo.
Éramos
la pareja perfecta. Todos nos miraban al pasar. Luego. Todo fracasó. Y es que
un amor así no puede avanzar. Necesita dolor. Pasión. Tragedia.
Él
prácticamente no me exigía nada. Para mí era nadar en bienestar.
No
creo que haya sido su culpa, ni la mía tampoco. Inexpertos, ignorantes.
El
destino, que fuimos eligiendo, nos distanció. Crecimos. Y el tiempo nos enseñó después,
cómo amarnos sin ser amantes.
Después
de Leo salí con Abraham, que todo lo contrario a Leo, no dejaba de pedirme
cosas. Besos, caricias. Me acuerdo que me obligó a ir hasta su casa a Coacalco,
para demostrarle que sería capaz de sacrificar mi tiempo y confort para ir por
él, lejos…
Me
detengo aquí para repensar. El amor no solo consiste en disfrutar del otro. Aprovecharse
de él y del embrujo que le ha venido con la idea de ti, con él.
El
amor verdadero y delirante es el que uno profesa a otro, no por inercia, ni
obligación (sino por decisión y convicción).
Ya
no amamos como niños enceguecidos por la fantasía, sino guiados por ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario